
Me puse el pijama y me arrastré hasta la cama. En aquel momento, la vida parecía demasiado lúgubre como para dejarme engañar. El agujero, bueno, ahora los agujeros, ya empezaban a dolerme, de modo que me dije: ¿Por qué no? Extraje los recuerdos, no unos recuerdos verdaderos que dolieran demasiado, sino los falsos recuerdos de la voz de Edward hablando en mi interior esa tarde. Y los oí repetidas veces en mi interior hasta que me quedé dormida mientras las lágrimas rodaban lentamente por las mejillas de mi rostro vacío.
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