El amor neurótico, patológico, es propio de personalidades inmaduras, inseguras y faltas de autoestima que han proyectado en el otro su propio valor; es decir, su propia estimación. Dependen de lo que les valore la otra persona. Por eso, cuando el sano rompe la relación el neurótico no lo puede soportar; se hunde, se deprime, pierde el interés por todo, ya que, al pensar que no sirve para nada no tiene sentido esforzarse en nada, pues nada puede conseguir por si solo.

Cuando una relación termina afloran todos los apegos latentes. Enfrentar el duelo y superarlo es lo que permite salir de la crisis y continuar con la vida. Intentar más allá del límite resucitar la antigua relación o continuarla tormentosamente bajo eufemismos como amistad o ‘relación libre’ mantiene a uno o los dos afectados en los más profundo de la crisis y dificulta el retorno a la normalidad de sus vidas. El duelo posee distintas etapas (que pueden suceder contingentemente y en distinto orden): negación, esperanza de volver, rabia (a veces se manifiesta en deseo de desquitarse, incursión en relaciones autocastigadoras o con el ánimo de demostrarle al ex que también pueden vivir sin él, pero sin haber superado aún el duelo), nostalgia, aceptación.

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